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El poder del sahumerio y las ceremonias cotidianas.




¿Cuántas veces, en medio de una ceremonia de ayahuasca el olor repentino del sahumerio te ha salvado? ¿Cuántas veces, las notas dulces de una armónica te trajeron de regreso a tu cuerpo? No es coincidencia que las plantas y la música estén presentes en rituales de sanación, en círculos de palabra o en caminatas sagradas. Ellas ofician la apertura y el cierre de diversos encuentros y nos recuerdan que la sutileza tiene un poder, que aunque rara vez detiene nuestra atención, desde lo imperceptible hace su magia.
Conocer a Natalia Izquierdo, creadora de Amor Silvestre, fue para mí un primer acercamiento al sahumerio, una tradición que ha acompañado al ser humano por más de 5000 años. La presencia del humo sagrado tiene formas diversas: en la varita de incienso al inicio de una clase de yoga, en el incensario de las procesiones católicas e incluso en las manos de nuestras abuelas, quienes sahumaban con eucalipto y oraciones sus casas cada viernes santo. Al nacer inhalamos. El olfato es el sentido que a través del soplo de vida nos abre el camino en este plano.
Crear mezclas armoniosas para limpiar energéticamente un espacio o para ayudarse en la recuperación de una enfermedad, requiere ir más allá de las informaciones sobre los efectos y beneficios de las plantas reseñados en internet. Beber una infusión diaria de una planta específica, cuidando de la dosis, es un método para crearse una aliada. Con la taza de aromática en las manos inhalamos profundo y es allí, antes del sabor y la ingestión, que la planta y su espíritu nos prestan un servicio.

 


**Mezclas de atados de hierbas creadas por Amor Silvestre**

 

Sin restarle su merecido respeto a las llamadas plantas de poder, me pregunto si al darnos el lujo de parar diez minutos al día tan solo para beber una aromática o para encender un atado de hierbas, esas ceremonias de sanación donde uno se revuelca en sus miserias hasta perder la identidad, son necesarias. Puede que la verdad sea más simple y más simples sus caminos: diez minutos al día para observar la transformación de nuestro estado de ánimo y descubrir, a través de una experiencia íntima y honesta, cómo influye en nosotros una planta.
Aprender a confiar en la magia de lo silvestre es recordar que en las ceremonias cotidianas habita el poder de lo femenino. Una energía que por siglos ha estado invisible y hoy hace ruido, da un paso adelante, nos despierta ante el hecho de que «el gurú» o «la que sabe» tiene infinitas formas. Así como la gota golpea la roca y llega a romperla, transformando el viejo cauce, requiere maestría y paciencia detenerse a mirar las flores del camino. Esa aromática, ese incienso, ese atado de hierbas bastan para abrirse a recibir una respuesta que por lo general aguarda dentro.


Imágenes y palabras: Crista Castellanos

 

 

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