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Clorofila, tienda ecológica


Al buscar en Bogotá un lugar donde comprar comida orgánica llegué a Clorofila. Un local discreto, cercano a las sombras y reflejos verdes de los árboles del Parkway. Con abarrotes llenos de verduras limpias cultivadas en una finca a 45 minutos de Bogotá, esta tienda nació gracias a una kermesse en el barrio El Nogal hace ya varios años. Sus creadores son Liliana Morales quien ha sido siempre una curiosa de los asuntos de la cocina saludable y Leopoldo Serrano, cuya familia ha estado ligada por años a la labor de cultivar la tierra.
Leopoldo y Liliana hablan con sinceridad y frescura sobre aquello que hacen. Si bien defienden los productos ecológicos y limpios también son honestos al afirmar que cada quien tiene el derecho a comer lo quiere. En un país como el nuestro lo interesante es que haya de todo y para todos, vegetarianos o no, ecológicos o no. Sin necesidad de grandes filosofías, búsquedas o rollos espirituales que reglamenten cada cosa que decimos, utilizamos, consumimos.
Ya que hablar de libertad y de soberanía alimentaria es complejo, yo me limito a no perder de vista la idea de que mi derecho a consumir es inseparable de mi deber de conocer, o al menos preguntarme por el impacto de aquello que consumo. Es un ejercicio simple, es preguntarme si en realidad necesito un nuevo par de zapatos, es no olvidar la bolsa para las compras, es decidir dejar el carro en casa y caminar. La libertad implica decidir y reconocer la propia responsabilidad. “Decida lo que quiera, orgánico o no, pero decida con consciencia”, creo que pocos comerciantes le hablan a uno de esta forma: sin quererlo convencer de nada.
Para esta navidad, pensé el otro día, sería bueno dar regalos de bajo impacto ambiental. Regalos que sean totalmente o en gran porcentaje reciclados y reciclables. En Clorofila es posible averiguar algo mas sobre aquello que compras y como parte del regalo anexar la información del productor o fabricante, después de todo los objetos tienen una historia y esta realza su valor. Al pensar en esto mientras caminaba entre los objetos coloridos de la tienda, recordé una anécdota que no sé si leí, imaginé o me contaron: alguien, con una lechuga en la mano, pregunta en un supermercado, “¿Señor, de dónde viene esta lechuga?” a lo cual un empleado del lugar responde: “De un camión”. Qué breve puede ser la historia de los productos en las grandes cadenas.
Vale la pena entonces preguntarse en qué lugares y a quién le estamos comprando. ¿Practican un comercio justo? ¿Ofrecen honestidad? ¿Son sus proveedores campesinos y agricultores que al sembrar hortalizas o frutas buscan producir dinero tanto como bienestar? Comerciantes de barrio que miran al consumidor de frente pues venden en su tienda aquello que comen en su casa y exhiben en sus estantes aquello que sirven en su mesa y dan a sus hijos. Sin discursos aleccionadores, sin creerse el ejemplo que todos deberían seguir, eso encontré sin mas adornos, en Clorofila.

 

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