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En Quinua y Amaranto, restaurante vegetariano ubicado en el barrio La Candelaria de Bogotá, lo que puedes encontrar va mas allá de buenos productos y buena comida. Hablar con Magdalena Barón, quien ha dirigido este proyecto desde hace más de ocho años, genera ideas, palabras y preguntas. Agradable la tranquilidad y reflexión con las que habla. Sus breves pausas silenciosas me hacen percibir una mujer que ha construido a través del tiempo y la experiencia de vida, una conexión entre ella misma y lo que cree, lo que hace, ofrece y consume. Ahora que la recuerdo mientras escribo, tengo la sensación de haber hablado con alguien que busca ser consecuente con lo que piensa y siente su corazón.
Sin conocerla realmente, escribo aquí tan solo impresiones personales, con el riesgo de aburrir a los lectores que gustan de lo objetivo. Frente a la necesidad de pruebas o justificaciones, solo puedo decir que la coherencia que ella transmite se refleja en el trabajo que realiza junto con otras mujeres en Quinua y Amaranto cada día. Un trabajo que se ve, huele y saborea a la hora del almuerzo en un único menú constituido por sopa, seco, jugo y postre. Un corrientazo* vegetariano que no tiene nada de corriente ni común. Sabores, olores y colores, jugos, ensaladas, dulces y cereales que a pesar de ser originarios de nuestro continente nos son desconocidos. Frutos, semillas y tubérculos que no preparamos en casa, no cultivamos y de los cuales no conocemos su olor o no imaginamos siquiera su color o forma. Nuestra cocina de afanes nos limita, la curiosidad por nosotros mismos se adormece.

 

Además de hablar de la quinua y el amaranto, productos estrella del restaurante, Magdalena habla también de la guatila, alimento menospreciado al ser calificado de forma peyorativa como “papa de pobre” (de la misma forma en que fue menospreciada la chicha por supuestamente embrutecer)  El mamey y el arazá son, entre muchos otros frutos y productos,  toda una historia en sí mismos, tal vez semillas de otros artículos.
Más allá de dar a conocer una fruta o un cereal, esta tienda solidaria nos invita a re-conocer todo lo que somos. Nos invita a re-descubrir y dar valor a lo olvidado como acto fundamental a la hora de consumir, comprar, cocinar y comer. No se trata entonces simplemente de un restaurante vegetariano, se trata de un lugar con un método de trabajo y de comercio solidario que plantea interrogantes sobre nuestros hábitos de consumo. En un mundo en donde el progreso es sinónimo de máquina infatigable, de velocidad, de crecimiento económico y poder adquisitivo, encontrar personas que conocen y confían en pequeños productores, que ofrecen un producto de buena calidad, sin afanes y a pequeña escala, es siempre una buena sorpresa. Magdalena no sacrifica calidad por cantidad. Para ella el éxito o el progreso de una empresa no se mide por las franquicias ni la producción a gran escala, sino por una evolución constante que no pasa por encima de los principios, la filosofía o la manera en que se vive y sueña la propia vida.
En Quinua y Amaranto la variedad y la abundancia no están en una carta llena de platos a ofrecer, sino en la particularidad de los ingredientes que son utilizados y la forma en que son preparados. Verduras, empanadas, condimentos, galletas, cereales, frutas, infusiones, quesos elaborados de manera artesanal, productos orgánicos en la medida de lo posible. La importancia de conocer el valor de lo que se ofrece y de que todo proyecto, ya sea este comercial o no, tenga un sentido y unas pautas claras con el fin de no sacrificar, a nombre del progreso, aquello en lo que se cree.

Quinua y Amaranto: Calle 11 # 2-95  Barrio La candelaria, Bogotá, Colombia.

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