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Keltoum Walet en Bogotá, marzo del 2018.


El proyecto «Keltoum Walet, música y paz de Mali a Colombia» hizo posible el viaje de la artista originaria de Mali a Bogotá, junto con su grupo de músicos. Una visita enriquecida por encuentros con artistas locales, talleres de música,  además de un conversatorio con mujeres promotoras de paz como Fidelina Hurtado de la Asociación AGAPE por Colombia y Gloria Huertas del Comité Distrital de Mujeres Indígenas.
Productora del primer álbum de la agrupación Tinariwen, con quienes ha cantado en duo, Keltoum es hoy una artista que a través de la poesía, la pintura y la música, comparte su visión del mundo y contribuye al despertar de consciencia. Durante la realización del video sobre su visita, tuve la oportunidad de tomar un tiempo aparte para hablar con ella sobre la importancia de no silenciar nuestras voces y de contribuir a la construcción de un mundo consciente.
Gracias a Milo Cabieles y Gianmarco Vassalli por la creación y gestión de este proyecto.
Gracias a Keltoum por su tiempo y sus inspiradoras palabras.


Crista: ¿Quién es Keltoum Walet, en sus propias palabras?
Keltoum: Soy artista, soy escritora, poetisa, pintora y cantante. Soy todo esto porque busco transmitir algo que el desierto me dio. Cuando pinto busco restituir lo que siento. Cuando escribo, no puedo evitar decir lo que pienso del mundo de hoy. Un mundo en constante mutación, donde el ser humano está creando cosas que no sabe si podrá controlar. Todos estos cambios me cuestionan y me hacen preguntarme por el camino que estamos tomando como humanidad.
C: ¿Ser artista fue una decisión que tomaste conscientemente?
K: Si. Desde muy joven cuestioné y quise entender cosas que parecían muy simples. Ideas que por lo general damos por obvias y fijas. Lo que entendemos por bien y mal, por ejemplo. Me pregunté por la influencia de la cultura en nuestra noción personal de estos conceptos, por la forma en que se relacionan y por su relatividad. ¿Quién soy yo para juzgar o criticar las acciones de otro? ¿Qué es para mí la libertad y cuál es su límite? ¿Puede mi libertad herir a otros? Creo que todos estos asuntos merecen nuestra reflexión pues tarde o temprano nos afectan. Vivimos en un planeta donde hay establecido un sistema que pasa por encima de la dignidad humana, de las creencias y de aquello que es esencial. Todo esto me ha hecho ver que lo que más alimenta la violencia es nuestro silencio e indiferencia frente al dolor ajeno.
C: Cuando has tenido dudas respecto a seguir en tu camino creativo, ¿cómo las has superado?
K: Desde pequeña amé dibujar. Toda mi infancia la pasé dibujando. Alguna vez en unas vacaciones en el desierto alguien me dijo que no debía dibujar seres vivos, pues si lo hacía, tenía que darles un alma. Sentí miedo y dejé de dibujar porque pensé que yo no podía otorgar un alma a aquello que creaba. Años después, al dejar mi país, me di cuenta que dibujar era una actividad a la que tenía que regresar. Yo debía dibujar porque era algo que amaba profundamente. Tomé la decisión de estudiar Bellas Artes. No pude abandonar mi pasión. Uno no abandona aquello que ama. Además, creo que es la única manera de saber si lo que sueñas es posible.


C: Habría sido como abandonarte a ti misma…
K: Exactamente. Más de una vez he escuchado a gente de mi continente decir que hay cosas imposibles. Me parece que en las respuestas de los africanos es frecuente escuchar que no podemos hacer esto o aquello porque fuimos colonizados. Se quejan, dicen que los otros no nos dejan avanzar, que nos están robando nuestros recursos. Nuestras circunstancias no cambian y al parecer, siempre es culpa del otro o responsabilidad de otro. Hemos logrado la independencia pero no la vemos y tampoco la asumimos. Vivimos en países donde hay mucho por hacer pero tenemos la costumbre de quedarnos en el mismo lugar, culpando a la colonización. ¿Pero qué estamos haciendo cada uno de nosotros para cambiar la situación? ¿Qué estamos haciendo a nivel individual para cambiar lo que está pasando? Esa es la pregunta.
C: Esto de la doble colonización fue un tema en el conversatorio «Mujeres, arte y paz», recuerdo que Gloria Huertas lo planteó al hablar de la situación de las indígenas en Colombia. ¿Cómo ha sido para ti la experiencia de la libertad de expresión a nivel artístico como mujer en Mali?
K: Yo soy parte de la comunidad Kel Tamasheq (Tuareg). Antes de la llegada del Islam nuestra cultura era matriarcal y hoy en día, a pesar del Islam, las mujeres hemos preservado nuestro poder de decir o no cuando queremos. Creo que es por esto que toda mi vida me he considerado una persona libre, simplemente. Más allá de ser mujeres u hombres somos seres humanos. Lo que me interesa es lo que nos une, no lo que nos separa. Tradicionalmente la cultura de la que vengo da libertad a las mujeres y si no viniera de ella tal vez pensaría de otra forma. Sin embargo, me considero feminista porque estoy de acuerdo con la emancipación respetuosa de las mujeres a todo nivel. Aún hay mucho por hacer, sobre todo en cuanto a la confianza en nosotras mismas. Mentalmente seguimos colonizadas al pensar que no somos capaces de hacer aquello que queremos o que no podemos hacer cambios. Decir que la vida es injusta y ya, es la forma más común de evadir la propia responsabilidad.

 

Keltoum Walet y su Sahara Blues Band junto a los artistas, Milo Cabieles, Gianmarco Vassalli, Jhon Páez Novack, Gina Collazos, Victoria Laverde, Zarys Falcon y Cristhian Salazar.

C: ¿Es esta una de las razones por las que cantas?
K:  Si. Y lo que hago es mi contribución. Mi primer álbum Chatma (Mis hermanas, 1994) lo distribuí gratuitamente. Cuando vi que mis canciones movilizaban a las personas, que las letras generaban conversaciones, intercambios de puntos de vista, sentí que debía continuar. Finalmente no sé si la causa de estas conversaciones fue lo que creé a través de mi música, pero en todo caso sé que hubo una sorprendente coincidencia. Siento que el conflicto en mi país es un asunto frente al cual no debo ser indiferente. Al ver el recrudecimiento de la violencia en el 2012, decidí retomar la música y hacer de ella mi camino.
Cuando al finalizar un concierto las personas se acercan para decirme que se sienten conmovidas e identificadas, me doy cuenta que no estoy sola en mi lucha. Me sucedió también aquí, luego de cantar en la Universidad de los Andes y en el del Museo Nacional. El hecho de que sean personas jóvenes las que expresan sentirse conectadas con lo que cuentan mis canciones, me anima y me fortalece. Quiero que mi arte genere encuentros.
C: Por último, volvamos al desierto. Hablaste en tus dos conciertos de la importancia de este lugar en tu cultura. ¿Podrías hablarme nuevamente de lo que simboliza para ti?
K:  Creo que el desierto puede ser el paraíso tanto como el infierno, eso depende de cada quien. No es coincidencia que los grandes profetas hayan encontrado allí el mensaje o la verdad. El desierto los inspiró. La palabra para desierto en Tamasheq es Ténéré, que  significa vacío y soledad. Y es precisamente en medio de esa vastedad que te das cuenta que no eres nada. Es un lugar que nos enseña la humildad. Para sobrevivir debemos estar atentos y lo más importante: debemos compartir. Ayudarnos los unos a los otros en medio del desierto es vital, es una cuestión de sobrevivencia. Quien no comparte está solo y es infinitamente pequeño. Es así como el desierto nos fortalece y nos recarga. No lo cambiaríamos por nada del mundo. Es como un amante al cual siempre regresamos, los pájaros migratorios siempre regresan a casa.

 

Los músicos: Kalil Toure, Mamadou Sissoko, Alassane Samaké y Yawe Kone.



 Contenido revisado y corregido por Apolline de Lavarde y Keltoum Walet. Fotografias y entrevista: Crista Castellanos.
 

 

 

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