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La Sagrada Rebeldía




Al igual que las montañas y los ríos hemos venido a entregarnos. Es nuestra naturaleza. La cuestión es ¿de qué manera y a qué?


Hace unos años la Sierra Nevada de Santa Marta fue para mí un ejemplo de cómo El Ser no es afectado por los pares de opuestos: bien vs mal, feo vs bello, oscuridad vs luz. Esas montañas que han sido taladas quemadas y abusadas con monocultivos, que han sido testigos de la violencia y el despojo, han tenido la fortaleza y la generosidad de reverdecer y dar fruto tras cada catástrofe. No sólo el ser humano ha sido hecho a imagen y semejanza de la Fuerza Creadora.

Uno de los significados del mantra Ek Ong Kar es La Creación y El Creador son uno y lo mismo. También nosotros, los seres humanos, somos representantes del Espíritu en la Tierra. Estamos aquí para garantizar que el cielo se manifieste en nuestras experiencias, en nuestras relaciones y en las experiencias de aquellos que cruzan nuestro camino. Suena lindo. Es lindo. No siempre es fácil. Las palabras obediencia y disciplina no tienen muy buena fama. Normalmente son asociadas a ciertas reglas y exigencias morales o religiosas. Sin embargo, ser representantes de lo Divino en este planeta pone la obediencia y la disciplina en el centro del corazón.

Al saber que estamos al servicio de algo más alto y más grande que nuestras pasajeras tristezas, recordamos que la entrega no es a algo ni a alguien. Nos entregamos a la existencia misma. ¿Poquita cosa? ¿Poquita cosa renacer, florecer y dar fruto tras haber sido arrasados? ¿Poquita cosa buscar la luz en cada desatino o desencuentro? ¿Poquita cosa pulir la percepción de nuestras experiencias y hacer de ellas un diamante?

Supongamos que en cada ser de la Tierra esa consciencia está viva. Supongamos que sentirnos parte de esa Fuerza Creadora es encarnarla. Esto implica asumir la libertad que tenemos de escoger nuestra perspectiva frente a todo. ¿Podríamos entonces amar nuestras experiencias en lugar de juzgarlas? ¿Podríamos ser más amables con nuestro propio corazón? Esas experiencias son pasajeras, vamos más allá de la ley de la polaridad al reconocerlas y apreciarlas, sin olvidar que hacen parte de la ilusión.

Obedecemos entonces con sagrada rebeldía y creativa disciplina: Obedecemos al gozo de estar vivos. A la vida-muerte-vida. A la posibilidad de sanar y comenzar nuevamente, una y otra vez, allí donde estamos, en esta nave tierra. Nuestra obediencia al Ser Superior es entonces voluntaria y personalmente impersonal. La maestría se revela en nuestra capacidad de honrar los caminos escogidos y actuar bajo el ejemplo de Prakriti: ante lo bueno y no tan bueno, bendecimos.

Es así que damos espacio al milagro en toda circunstancia: reconocemos que hay luz y verdad en toda experiencia, sin importar nuestras preferencias en cuanto al resultado. A través de la Sagrada Rebeldía somos del mundo sin ser del mundo. Honramos a Prakriti con devoción profunda. Garantizamos el cielo en la Tierra. Participamos con consciencia del salto evolutivo. Encarnamos la Era de Acuario.


Imágenes y palabras: Crista.

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